prologo

Los soñadores compulsivos son aquellos que han logrado ir por la vida manteniendo con gran cintura el precario equilibrio entre la realidad real y la virtual, sin que ninguna le joda a la otra. Este espacio fue creado para drenar la testa de una de estas cabezas de chorlito, porque, como dijo el poeta:
"Qué lindo que es soñar, y no te cuesta nada más que tiempo"

lunes, enero 31, 2011

Dramma Capilar En Tres Actos

(No he vuelto, sino que he tardado casi un mes en escribir este posteo. Y tengo otros más. Pero esos tendrán que esperar.)
Prólogo

Antes que nada aclaro: no tengo problemas con los rulos. Francamente los adoro (alguna que otra vez me he pasado la planchita o hecho la toca... antes que corran a sacar cuentas, me la hacía mi mamá y es cierto que bien hecha queda mejor que con la plancha). El problema es que se borran en cuanto me peino o cepillo, dejando tras de sí una impresentable masa informe, abultada y llena de frizz. Sí, en cuanto me mojo el pelo vuelven, y esto es fácil en verano, pero en invierno, ¡te quiero ver, brrrrr! Tienen, asimismo, su ventaja: camufla errores de las tijeras (lo que no quita que haya cambiado muchas veces de peinador, y hasta de salón, al darme cuenta de que a todas nos hacían el mismo corte/peinado: todas salíamos con un carré en capas con el brushing hecho).
Pero (y acá viene mi lado esquizoide), aunque los ame, siempre me costó un montón tenerlos sedosos, brillantes y manejables, hasta el día en que desperté a la realidad: ellos me odian. Desde entonces los he atacado con lo que se les ocurra durante trece de los últimos veintinueve años: Que corte, que tintura, que tono-sobre-tono y la mar en coche. "Porque te quiero, te aporreo".

Acto !

El DRAMÓN propiamente dicho empezó hace ya tres años. Cediendo a un deseo tácito del Marqués quise averiguar de qué iba eso de ser una falsa rubia. Apenas sí pudimos empezar (digo pudimos porque el divino de mi peluquero iba a hacerme un procedimiento en etapas, a pesar de mi solicitud sadomasoquista: "Castígalo sin piedad, José Luis", a la que él, obviamente, no accedió, y por eso lo sigo eligiendo). Lamentablemente para él, para mí y, principalmente para mi cabeza, no pudimos seguir después de la primera: dos semanas después empecé a notar que los blondos cabellos que quedaban en el peine traían raíz. Ya después no podía ni hacerme una colita: en cuanto me tocaba la cabeza me quedaba con los mechones en la mano.
(Pausa aclaratoria: NO FUE SU CULPA, sino de una dosis excesiva de antitiroideos, esto fue en los comienzos del tratamiento y son cosas que pasan, especialmente si descubren qué tenés cuando ya estás al borde de la tormenta tiroidea, he dicho)
Para hacerla corta, terminé con la mitad delantera de la testa con tres pelos locos entre los que se me veía la piel del cráneo, lo juro. Temporada de pañuelo, sombrero... y paciencia. No me rapé (que hubiera sido lo mejor) porque el Marqués no me dejó, y tuve que bancármela como una lady, con todo el combo: "Ay, pero no se te nota" (¡¡¡pero si parezco Gollum!!!) y "Nena, sos joven, te vas a poner bien" (esto último dicho con cara de lástima y pesadumbre, y no me da gracia haber tenido que aclarar, muchas veces, que no tenía una "larga y penosa enfermedad"). Me ajustaron los medicamentos, el pelo volvió a salir, cuando el semicactus ya era intolerable mi buen Joe me pasó la podadora (lo que casi me cuesta mi matrinoviazgo) y quedó parejito y de su color natural (qué dicho sea de paso, lo extrañaba).

Acto !!

Y un día llegó Casper, y todo fue magia. Como por arte de magia empecé a quedarme con el cráneo gris otra vez, y esto nadie te lo cuenta, amigas y parientes te hablan de los 30 kilos que nunca pudieron bajar, de los "dolores de entuerto" (que nunca entendí qué son) de que a Fulanito a los dos meses ya le daban asado de tira, de lo fácil que la tenemos ahora con los pañales desechables (¿ah, sí? ¡Festejemos, criar un niño es más fácil porque ahora no hay pañales de tela!... aunque no me veo entalcando bombachas de goma) y opinan sobre las (por lo general, deficientes) capacidades nutritivas de tu leche (o lo cómoda y mala madre que sos si le das mamadera ö.Ö(????!!!!)) y otras atrocidades por el estilo, hasta de las manchas que adornan tu tez, pero de ESO no se habla, quizás porque no es algo que aqueje a la mayoría de las flamantes madres, tal vez por ser algo que no tiene más remedio que el (leeeeeeeeeento) paso del tiempo. Y, para peor, no se te cae todo parejo por toda la cabeza, no señor: sólo adelante, igual que la vez anterior. A eso sumale que el bebito ya entonces se perfila como un manolarga, y contribuirá a tu infortunio arrancándote mechones de pelo que serán reemplazados por infames canas.
Por suerte duró poco y no fue tan violento como la vez anterior, pero consideré volverme monja tibetana.

Acto !!! y epílogo

Para cuando las greñas puerperales se volvieron inocultables (ya por la diferencia de color con el resto del pelo, o bien por la cantidad infernal de clips que tenía que ponerme en la cabeza para que no se irguieran fuera de control, convirtiéndose en la corona de la reina de la pseudocalvicie) decidí renunciar a mi color natural y emparejar el desastre: "Fue bueno mientras duró y es sólo por un tiempo", me dije, y procedí a otro desastre. La mayor mentira en el mundo de la cosmética es esta
"Dura hasta 28 lavados"
Falso (tanto que me tenté de iniciar acciones legales, si eso no es publicidad engañosa...). Pasaron tres, seis, veinte, cuarenta, cincuenta... cinco meses de lavados diarios de cabeza, y no se iba. Aunque usé la mejor marca, mi pelo jamás volvió a ser el mismo. Y lo más infame e imperdonable de ese tono sobre tono fue que el sentador borgoña del principio quedó convertido en (¡¡¡horror de horrores!!!) un impresentable desteñido anaranjado del Plan. Como buena desesperada, traté de matar al mosquito de un cañonazo.
Y lo logré: como pueden ver arriba a la izquierda, ahora soy un tomate, y feliz. Excepto por un pequeño detalle: en temporada de pileta no puedo repasar el color, porque dejaría el agua rosa. Lo bueno es que esta tintura dura más de un mes, no se pone naranja en dos semanas. Así que ando con un poquito de raíz, que los demás no ven, pero para mí es como una media corrida. Y buah. Las greñas ahora son rulitos y ellas yo hemos hecho las paces, algún día crecerán y podré volver a peinarme con el pelo bien tirante, mientras tanto, fijador, agua y ajo.
Aunque ahora me doy cuenta de que este rojo tal vez luzca mejor con el pelo lacio... que alguien me detenga...

2 comentarios:

  1. nadie está conforme con el pelo que le toco!!! eso, es seguro!!!
    intentá amarlos...y ellos cederán a tus encantos!
    kisses hermosa!!!

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  2. Yo los amo, pero los amo más cuando están pegados a mi cabeza, jaaaaaajajajajaja!!! besotes Leoncita

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